Maravilla diminuta
Un joven sabio español, Ignacio Cirac, cerebros fugados que ya ha sido propuesto para el Nobel de Física, trabaja en el Instituto Max Planck sobre lo que pudiéramos llamar la física de lo pequeño. Anda engorilado con el misterioso comportamiento de la realidad en esos ínfimos niveles en los que se asegura que la bilocación es posible tal vez, que los cambios ocurridos en una molécula pueden producirse simultáneamente en otra distante y desconectada, y hasta propuestas tan escalofriantes como la de que la sensación de felicidad pueda acaso ser “traducida en moléculas” que es, al menos para mí, la mayor y más deslumbrante pasada materialista que haya podido escuchar. A altas horas de la madrugada –ya se sabe que estas sabidurías no conviene divulgarlas demasiado—le he escuchado en la radio explicar algo tan desconcertante como que la realidad exterior al sujeto no existe en tanto no esté definida, de tal modo que en ella las entidades podrían ser una y otra diferente al mismo tiempo, hipótesis que nos remite al asombro de los universos paralelos que Cirac propone que pudieran existir en el universo microscópico, o mejor, que en caso de existir esos postulados misterios, las partículas podrían ser (o comportarse al menos) como varias cosas a la vez, haciendo trizas los principios aristotélicos y pasándose por el arco nuestra acomodaticia concepción de lo real. Le oigo asegurar, encima, que esos hallazgos no son gratuitos sino que debidamente aplicados en el taller acabarán produciendo un ordenata cuántico al lado del cual los actuales superordenadores harán a nuestros hijos el mismo afecto que a nosotros nos hace el recuerdo de los primitivos que funcionaban con tarjetas perforadas. Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad: vean que hasta la zarzuela castiza puede llevar razón e incluso estar de actualidad.
Una barbaridad, compréndalo, que a mí me ha recordado, en todo caso, la insistencia del viejo maestro Faustino Cordón cuando nos insistía en que todo intento de preterir la investigación básica por la aplicada o viceversa estaba condenado al fracaso porque una y otra eran caras inseparables de la misma moneda. Cirac supone que los hombres que comenzaron contando con piedras acabarán calculando con cuántos, ni más lejos ni más cerca de la Verdad, que siempre será parcial e imprevisible, ni más liberados ni menos de la necesidad filosófica y epistemológica de rendirse a la evidencia de que tras cada montaña superada hallaremos otra y tras ésta la serie seguramente infinita de otras más altas e inaccesibles. Ni con Dios ni sin Él, el mono loco es capaz de hallar reposo y sosiego ante sus propios desafíos.
17 de Octubre de 2010 a las 11:30 am
Me gustan estas incursiones por la ciencia, tan interesantes y cultas, de las que se extraen además moralejas tan cruciales. ¿No equiocó usted su vocación, don ja? Me lo veo con bata blanca muchas veces. No es poco lo que ha debido empollar a escondidas.
17 de Octubre de 2010 a las 12:33 pm
Estupendo comentario, como tantas veces, bien traído, culto y correcto en su desarrollo. Son interesantes estas miradas a lo que acontece a nuestro alrededor en el prodigioso mundo científico porque enriquecen mucho nuestro concepto de cultura. Un munco como éste no se entendería sin tener a la vista lo que sucede en los laboratorios, donde tal vez se juega en estos momentos mucho más de lo que los más osados entre nosotros pudiéramos imaginar.
17 de Octubre de 2010 a las 12:35 pm
Me quedo con la Física que dí en Bachiller. Entonces no existía la teoría de cuerdas, que tanto le gusta a este francotirador. Lo digo con todo cariño.
17 de Octubre de 2010 a las 1:09 pm
Ay, las obsesiones juvenmiles, lo infinitamente grande, lo infinitamente pequeño… Lectutas parisinas y madrileñas de ciencia, de física, de química, de matemática, siempre arrastranmdo nuestras limitaciones, siempre fascinados por sl misterio… Gracias, ja.
17 de Octubre de 2010 a las 1:26 pm
Sí, hace tres o 4 Navidades me explicó todo esto mi sobrino ,todo un cerebro, y es algo que me supera pero que me parece apasionante. Desde luego un desafío a nuestro espíritu, y a nuestra lógica. Todas nuestras creencias se tambalean al oir tales aparentes disparates. Para mi es más dificil creer en la posibilidad real de la ubicuidad que en la existencia de Dios.
Magnífico artículo. Hasta en temas tan arduos y adustos el lirismo de don José António es patente. Así me gusta.
Besos a todos.
17 de Octubre de 2010 a las 1:30 pm
Es que no son términos excluyentes ni contradictorios, doña Marta, esos misterios (provisionales, no se olvide) de que habla don ja en la columna. TODO es un misterio. Las accidentes son soólo eso, momentos, aspectos, visiones laterales del misterio. Pero no se excluyen ni contraponen. No deje que se tamalee su criterio. Afírmese en su fe, sea ésta la que sea…, siemore que sea de “buena fe”.
17 de Octubre de 2010 a las 1:53 pm
LO sé por experiencia. Cualquiera de esos “sabios” exiliados cobraróan en España la sexta parte de cualquier enchufado político. Ese es el tema y el problema. Ante la columna me quito el chapeo y me inclino. Don jagm es un lujo que poseemos unos pocos… más en privado.
17 de Octubre de 2010 a las 6:11 pm
Un asunto fascinante, que prueba que cada día estamos mmás cerca de aceptar la condición “no vonvencional” de la Naturaleza y acabar admitiendo, lo cual se hará poco a poco pero sin pausa, que la idea de lo real que han tenido los hombres desde el origen del pensamiento dejaba bastante que desear. Sólo los mitos han llevado su propio camino y en él están. Los saberes podrían estar en un alero del que en cualquier momento podrían precipitarse… hacia un mayor grado de Verdad.